Mariano Jerónimo Vilallonga, 1990.
Los animales no han dejado de estar presentes en el arte y en la estética a lo largo de los siglos; desde las vanguardias de principios del XX hasta hoy, su representación adquiere una carga simbólica que proyecta significados contemporáneos de la animalidad, atravesados por lenguajes, posicionamientos y estéticas muy diversas.
La obra de M.J. Vilallonga recoge una visión espontáneamente crítica frente al mundo real. Desde esa otra realidad, recurre a la hibridación de especies animales como manera de fabular sobre una cierta evolución (subversión) del orden natural, dando lugar a una amplia especulación creativa y una intensa producción gráfica.
Por mediación del juego y la fantasía, M.J.V. crea y recrea figuras desde su pasión por el mundo animal y una atenta observación del entorno. El catálogo de criaturas favoritas (ranas, jirafas, especies marinas…) metamorfosean sus cuerpos para convertirse en otros seres, adaptándose a una Naturaleza severamente transformada por el hombre; incluso copian sus actitudes, actuando y posando como los humanos.
Estamos ante una propuesta muy personal, atemporal en su expresión plástica y aparentemente exenta de influencias mainstream. Su obra conecta sin embargo con un cierto pesimismo medioambiental, que el artista reconoce y manifiesta desde el sentido del humor y la ternura que irradia su trabajo.
Con destreza, elabora personajes inverosímiles en un ejercicio de síntesis formal artística, no biológica; nuevas naturalezas que sólo existen en su imaginación, un repertorio de especies que imaginan un mundo contemporáneo en transformación.
La hibridación se hace patente en la temática, pero también en los formatos: un amplio repertorio de dibujos, dibujos escultóricos, relieves, esculturas, enormes esculturas, esculturas dibujadas…, despliegan una narrativa en la sala, surreal, que apela a nuestra primera memoria generando a la vez cierta extrañeza.
Asun Rodríguez Montejano
“Vuela, vuela, vuela y vuela sin parar. Cuando se quiere dar cuenta está tan alto, que el curso del río se ve borroso. El territorio que recorría andando es ahora una textura arrugada de colores. El vuelo de Izmarian es tan poderoso que ni los probusteros son capaces de llegar a tal altitud, desde la cual, la vida es más fácil” MJV
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