Un día cualquiera, de un mes cualquiera, de un año cualquiera, un nuevo ser se desarrolla en el interior de un huevo cualquiera. Las algullas protegen este zigoto de los posibles depredadores del río, los cuales tienen poco peligro, ya que la turbidez del agua les impide ver a cierta distancia.
A los pocos días, del huevo nace Izmarian, un zamburrio azulado de pequeño tamaño que con el tiempo aprenderá a moverse solo por el río. Su crecimiento es rápido y se convierte en un ser fuerte y colorido, nada con cierta seguridad, con movimientos veloces y precisos.
Sin embargo, la llegada de las lluvias provocan la crecida del río, un río que pasará de paralizar el tiempo a acelerarlo de tal manera que la corriente arrastra todo lo que encuentra en su camino. Izmarian, trata una y otra vez de salir de esa terrible masa de agua. Tras varios fracasos, consigue echarse a un lado y salir a tierra para poder disfrutar de la calma de este nuevo territorio.
Su cuerpo evoluciona de tal modo que puede recorrer el territorio con mucha facilidad gracias a las nuevas extremidades. En sus andares se percibe cómo esa seguridad que tenía cuando era un zamburrio se ha perdido:, se trata de un nuevo hábitat lleno de nuevos seres y depredadores. Caminar solo, por estos terrenos no es tan fácil como parecía desde el río.
En el río domina el silencio, los sonidos difusos apenas inquietan, pero ahí fuera solo se oyen berridos, rugidos y aullidos, cada cual más amenazante. Uno de estos sonidos proviene del cielo, Izmarian alza la vista y ve cinco probusteros sobrevolando su cabeza. Se trata de un ave de gran tamaño que se alimenta de los seres más débiles, seres que no luchan por sobrevivir a los peligros del lugar.
El ataque del probustero consiste en dar picotazos a la víctima hasta agotarla, no es constante, suelen ser pequeños ataques distribuidos en varios días, es muy difícil huir de ellos. Esa fue la estrategia elegida para acabar con Izmarian, lo que no sabían es que Izmarian no es un ser cualquiera:, tiene la capacidad sobreponerse a estos ataques y convertirse en lo que su mente le proponga.
Su cuerpo comienza a transformarse, unas enormes alas blancas se despliegan. Su rostro palidece y la nariz se convierte en un pico amarillo encargado de abrir paso en el aire. No obstante, mantiene las piernas. Izmarian corre por la pradera, coge velocidad y aprovecha un desnivel para alzar el vuelo y aletear con todas sus fuerzas.
Vuela, vuela y vuela sin parar. Cuando se quiere dar cuenta está tan alto que el curso del río se ve borroso. El territorio que recorría andando es ahora una textura arrugada de colores. El vuelo de Izmarian es tan poderoso que ni los probusteros son capaces de llegar a tal altitud, desde la cual, la vida es más fácil.