San Brandan de Clonfert, un monje irlandés del siglo VI que organizó un viaje por el Atlántico con fines evangélicos y piadosos, a la manera de los grandes predicadores católicos de la Irlanda medieval.
San Brandán tras oír hablar a otro monje de nombre Varinto acerca de una tierra maravillosa decidió salir en su búsqueda con un grupo de monjes.
Tras varios meses de viaje, en lo que perdieron mucha energía y sobre todo, muchas reservas de comida, comenzaron a aparecer en el horizonte las islas canarias.
Cuenta la leyenda que brendán y sus hombres atravesaron islas fantásticas en las que aparecían demonios que lanzaban fuego, enormes y hermosas columnas de cristal flotaban resplandecientes sobre la superficie de las aguas, e incluso criaturas marinas de enormes dimensiones.
Brendan y sus hombres deciden bajar de la nave en un pequeño islote donde celebraron misa. Era una isla pequeña y con el suelo grisáceo, pero a ello tenía vegetación y mucha vivez.
Los monjes estuvieron rezando durante la puesta del sol al que despidieron con cánticos de sus tierras. Tras un viaje tan ajetreado, los monjes deciden dormir en la isla ya que acumulaban mucho cansancio de estar tantos días en el barco.
Cuando al día siguiente se disponían todos a comer la carne preparada en tierra firme, ésta dejó de serlo y comenzó a moverse dejando al descubierto su verdadera naturaleza: se trataba de un gran pez en cuyo lomo se había desarrollado la vegetación dándole la apariencia de una isleta.
Huyeron precipitadamente a su barco, y ya desde lejos pudieron divisar con toda claridad como el fuego que habían encendido sobre el suelo de aquella isla iba apagándose.
La cual acabó por hundirse en el océano, dispuesta a resurgir de entre las aguas para asombro y maravilla de navegantes.